martes, 24 de enero de 2023

EL SACRO CONVENTO DE SAN BENITO, CASA MATRIZ DE LA ORDEN MILITAR DE ALCÁNTARA Y SU PERIPLO INCLEMENTE A TRAVÉS DE LA HISTORIA



Los freires de la Orden Militar de Alcántara habitaron diversos conventos hasta llegar a establecerse como sede principal en el Sacro Convento de San Benito sito en la villa cacereña de Alcántara.

En sus inicios, siendo la congregación religiosa del Pereiro, se afincaron en tierras portuguesas, a orillas del río Coa, a ocho leguas de Ciudad Rodrigo, en el Monasterio de San Julián. Después, tras la militarización de la congregación por impulso del monarca Fernando II en 1156, y ya convertida en Orden Militar, al aumentar el número de freires y milites, se desplazaron a otra iglesia de la zona conocida como “Santa María del Pereiro”.

Nos indica el cronista Rades y Andrada que bajo el mandato del maestre D. Diego Sánchez se trasladan de tierras del Pereiro a Alcántara pasando a instalarse en el “Convento Viejo” situado en la alcazaba o castillo de la Villa alcantarina.

Con posterioridad, siendo ya Orden de Alcántara y bajo el precepto del maestre D, Juan de Sotomayor, se “acomoda” este edificio que resultaba estrecho y corto, siendo bajo el mandato de su sobrino, el maestre Don Gutierre de Sotomayor, cuando se ordena edificar en él unas dependencias al lado de la iglesia para los maestres. Mientras se edificaban estas, los freires hacían el culto y la oración en la iglesia Santa María de Almocóvar quedándose incluso en algunos momentos a vivir en casas particulares cercanas a esta.

A pesar de las obras de acondicionamiento del viejo convento siguió siendo incómodo e inhóspito por lo que en 1498 se produciría una breve estancia fuera de la localidad en el conocido por “San Benito el Viejo”, que se construyó en una dehesa de la Orden conocida con el nombre de “El Cortijo”, junto a la ermita de Nuestra Sra. de los Hitos, buscando que tanto el prior como los freires vivieran en clausura.

En las obras de este nuevo monasterio intervino, hasta su muerte, en el año 1503, el maestro de cantería Bartolomé de Pelayos y sin embargo en el Capítulo general de Medina del Campo en 1504 se puso de manifiesto la poca salubridad del sitio donde se había edificado a lo que había que añadir la incomodidad de vivir fuera de la población. Se convino volver a la villa.

Data el también cronista y frey de la Orden Militar Alonso Torres y Tapias, los comienzos de la construcción del nuevo Sacro Convento en 1505 y lo sitúa en un lugar llamado “La Cañada” por donde hasta ese momento pasaban los animales camino del río Tajo.

El maestro encargado de realizar el proyecto, al menos en una primera etapa que va de 1505 a 1518, sería Pedro Larrea, pero fue apartado de este por sus constantes ausencias del trabajo. No queda claro cuál fue el devenir de las obras hasta el año 1545 en que toma las riendas de estas el maestro Pedro Ibarra, edificándose en esta segunda etapa la hospedería con sus arquerías exteriores y la iglesia conventual. Fallece el maestro Ibarra en 1570 sucediéndole su colaborador hasta ese momento Sebastián de Aguirre también hasta su muerte, que se producirá un lustro después, en 1575.Queda Alcántara en esa época desplazada de los intereses de la Corona volviendo a hacerse algunas reformas a mediados del S XVIII.

Pero realmente empiezan las dificultades en los inicios de este siglo por motivo de la Guerra de Sucesión a la Corona española cuando Felipe V, primer rey de la Casa Borbón visita el pueblo de Alcántara en 1703 donde estaba instalado el ejército francés a las órdenes del duque de Berwick.

Tras ponerse el rey Luis XIV del lado de Inglaterra, aunque en un principio lo había hecho del lado de Portugal, y entrar Francia a formar parte de la denominada Gran Alianza, Felipe V declara desde la villa cacereña la guerra a Portugal.

En 1706 el ejército de la Gran Alianza a las órdenes del marqués de las Minas se asienta en el convento de San Benito, los bombardeos y la ocupación posterior por las tropas portuguesas, con motivo de la guerra con Portugal, le ocasionan notables desperfectos entre los que destacan los producidos en la capilla mayor de la iglesia y en la sillería de la misma y en su parte oriental en la arquería de la hospedería y algunas galerías.

Estos daños fueron reparados entre los años 1744 y 1748 bajo el priorato de frey José de Loaysa Mayoralgo y Chaves, pero para colmo de males el seísmo de Portugal del año 1755, conocido vulgarmente por “el terremoto de Lisboa” que tantos daños ocasionó en multitud de edificios peninsulares, también afectó al conventual, concretamente al coro alto, por lo que el Consejo de Órdenes concede la cantidad de mil setecientos ochenta y nueve reales para su restauración.

Vuelven los problemas a principios del S. XIX a causa de la Guerra de la Independencia. Ya antes de que fuera declarada la guerra entre España y Francia, con motivo de la invasión francesa de Portugal, se instalaron en el conventual los generales franceses Junot y Laborde con cerca de cinco millares de soldados. Esta y otras “visitas” de las tropas francesas le ocasionaron múltiples y graves destrozos además del expolio de parte del patrimonio mueble de la Orden cobijado bajo los muros de este.

Siguieron las desgracias y el 13 de septiembre de 1813 se promulga un decreto por el que se determina la utilización de parte de los fondos de las Órdenes Militares para sufragar los gastos de la guerra, esto determina su postración, su comunidad disminuye notablemente en número, llegando a sufrir verdaderos problemas incluso de subsistencia.

El clima sociopolítico tampoco ayudó y durante el trienio liberal, 1820-1823, se suspenden los colegios y conventos de las Órdenes lo que ocasiona además de penurias económicas, el abandono en muchos casos de sus casas matrices.

Se volvieron a restaurar algunas partes del conventual en 1828 pero con la desamortización de Mendizábal de 1836, proceso en el cual se emitieron en los meses de febrero y marzo de ese año un conjunto de decretos de expropiación y venta de terrenos y otras propiedades de la iglesia católica, el conjunto monumental pasó al Estado siendo destinado a cárcel y escuelas, manteniéndose el prior frey Antonio de Zambrano como juez eclesiástico ordinario al cuidado de su iglesia.

En el cuidado y protección del templo sustituyó a Zambrano el frey Francisco Sánchez de Arjona, que llegó a mantener el edificio, incluso de su propio bolsillo.

Pero en enero de 1856 toma las riendas Francisco de Cárdenas y Chacón, caballero de Calatrava, lo que provoca su absoluta depredación y abandono, pasando parte de su mobiliario litúrgico a algunas iglesias de poblaciones cercanas, tal es el caso de los tubos del órgano que se aprovecharon para el de la iglesia de Santa María de Brozas, o el del altar mayor que sería llevado al nuevo templo parroquial de San Vicente de Alcántara.

Debido a este abandono, el edificio conventual es subastado el 22 de marzo de 1866, y adjudicado a Miguel de Amarilla de Sande (https://www.familysearch.org/tree/person/details/GCW5-4TC) y se pretende hacer lo mismo con la iglesia pero la oposición del pueblo y sus autoridades consigue que una Real Orden con fecha 11 de abril de 1872 paralice la subasta de esta.

Con posterioridad, el edificio conventual en su parte principal es adquirido por Hidroeléctrica española en 1961 con motivo de la construcción en el pueblo de Alcántara de una presa hidráulica a orillas del río Tajo y se adjudica el proyecto de restauración al arquitecto Miguel de Oriol Ibarra. Después la Diputación de Cáceres adquiere la parte restante, entre las que se encuentran la fachada oriental y los aledaños, e inicia también su restauración y rehabilitación adjudicando el proyecto al arquitecto Dionisio Hernández Gil.

Finalizadas ambas restauraciones y la rehabilitación del edificio, nace en 1985 la Fundación San Benito de Alcántara constituida por HE, hoy Iberdrola, la Orden Militar de Alcántara, la Diputación de Cáceres, el Ayuntamiento de Alcántara y la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Cáceres pasando a ser este conventual su sede y lugar de encuentro, estudio e investigación de la cultura extremeña.

Es por esto por lo que, ya recuperado su pasado esplendor como joya del renacimiento extremeño, empieza a acoger entre sus muros parte relevante de los eventos culturales de la villa alcantarina.

También acoge acertadamente entre ellos, concretamente en las estancias sitas en la fachada occidental de la iglesia de San Benito, al Centro de identidad de Órdenes de Caballería – Alcántara. No podría este centro cultural encontrarse situado en un lugar más acorde a su función.

Para finalizar, señalar que es un orgullo para mí como alcantareña, observar como este imponente conventual ha sobrevivido solemne a todo un periplo de inclementes circunstancias históricas en sus más de cinco siglos de existencia superando guerras, expolios, seísmos, desamortizaciones y abandono sin perder un ápice de su monumentalidad e importancia

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